domingo, marzo 27, 2005

Una ciudad llena de calles


Shibam, Jemen


Allí estábamos este viernes pasado, en una ciudad rebosante de calles. Al principio no sabíamos hacia donde ir, tendríamos que cruzar la estación de tren o rodear ese parquecito? continuar por la avenida que se dibujaba al fondo de la calle o meternos por el callejón lleno de tiendecitas del otro lado del paso de cebra? Tantas calles, tantos destinos, cual nos llevaría al nuestro?

Decidimos seguir a pie el recorrido de un tranvía, de esta manera la ciudad pasa por tu lado de una manera más tranquila que cuando vas montado en él entre las conversaciones de los pasajeros y el timbre de tiovivo. Una avenida desierta nos saludaba a nuestro paso, tiendas que parecían cerradas indicaban con un cartelito todo lo contrario, la basura se arremolinaba con el viento en las esquinas. Al final de la avenida nos cortaba el paso un pequeño canal y a nuestra izquierda una imagen subrealista nos mostraba los contornos de un limite urbano que no está indicado en ningún plano pero que las calles de la ciudad delatan: Una especie de autopista pasaba por encima del canal para desembocar en una rotonda que antaño fuese una fuente circular, sin ningun tipo de estatua triunfal en su centro, y de ella sugía una calle inmensamente ancha y larga, con bloques idénticos a ambos lados. Estos bloques sólo eran interrumpidos de vez en cuando por estrechas callecitas o avenidas iguálmente anchas en las que se iniciaba una repitición de los mismos bloques para acabar desmigajados en pequeñas viviendas. Estas calles, tan desiertas y llenas de basura como las anteriores, se veían asaltadas de sorpresa por grupos de personas que desaparecían tan rápidamente como habían aparecido trayéndome a la memoria la descripción que hace Saramago de la ciudad en "Ensayo sobre la ceguera".

Torcimos por una de estas callecitas, alejándonos de esa avenida inmensa que recordaba a dictaduras pasadas y que nunca tuvieron lugar en este país. Inmediatamente nos adentramos en otro mundo, en otra escala. La basura seguía por todas partes pero los grupos habían dado lugar a individuos que se paseaban por las aceras, que entraban en tiendas y peluquerías de las que salía una música exótica. Atrás se quedaba un mundo anónimo de ventanas y lineas inacabables e inacabadas. La escala se volvía más humana, las callecitas se bifurcaban de nuevo, los velos y las barbas, las camisas y abrigos largos se mezclaban con ojos azules y cabelleras rubias. La ciudad se volviá a multiplicar por si misma, sus calles se nos volvía a tragar perdiéndonos en ese laberinto que es La Haya para el viajero que no la conoce.

2 comentarios:

El guiri de Barcelona dijo...

Me da pena no haber viajado más por Holanda cuando vivía en Bélgica. Me gusta mucho perderme en los laberintos sin mapa ni nada.

Susana Aparicio dijo...

Luc, a mi tambien me encanta perderme por las ciudades :o)
Pero no te preocupes por los paseos por Holanda, que por lo menos en La Haya no te has perdido nada...

Nicolas, y que proyectos dejaban ver? mi madre me lo comento por telefono y me dijo que me lo iva a enviar por correo... a ver si es verdad porque siempre me promete de todo y luego me lo entrega en mano cuando vuelvo por navidad...