domingo, octubre 30, 2011

Coen de Vries, un arquitecto de interiores por descubrir...

Como ya comentaba aquí abajo nos vamos a trasladar. Un cambio de casa da siempre la oportunidad de revisar el interior y obtener nuevas ideas, investigar un poco y acabar diseñando el que más le gusta a uno.

Así que me he puesto a la búsqueda de muebles y objetos de ayer y hoy para buscar inspiración y sacar ideas (si no son para nuestra casa para la de algún cliente), y para ir recolectándolas y no perderlas las voy a ir plasmando aquí como un libro de notas digital.

Esto lo llevaba pensándo hace algún  un tiempo pero el descubrimiento de este fín de semana ha hecho que le diera el pistoletazo de salida: se trata de nada más y menos que de Coen de Vries y sus diseños para la marca Pilastro. No me digais que no son preciosos... y de regalo, aquí abajo os dejo una pequeña biografía.

Escritorio y silla, diseño de Coen de Vries 1953 (foto: Mid Mod Desing)


 Mesa y sillas, diseño Coen de Vries, años '50 (foto: Marktplaats)

Escritorio y silla, diseño Coen de Vries, años '50 (foto: Marktplaats)

Coen de Vries (La Haya, 1918) fué uno de los primeros arquitectos de interiores holandeses que comenzó a vender y producir sus propios diseños. Comenzó en 1947 con su tienda "De Sleutel" en Ámsterdam junto con J. Jonker. De Vries diseñaba sus muebles, los dejaba hacer por un carpintero local y los vendía en su tienda junto con otros diseños internacionales. Su tienda tuvo tanto éxito que le anexó su estudio de diseño y a la vez que diseñaba el interior de las casas de sus clientes les vendía sus muebles.

Sorprendentemente su concepto no se diferenciaba mucho de la actual IKEA: diseñar buenos muebles, modernos, prácticos, bien diseñados y asequibles a todos los bolsillos.

domingo, octubre 23, 2011

Nos trasladamos a la Holanda profunda...

 Esta es la ropa tradicional de Laaren, no de Haarlem, pero a alguien tan ignorante como yo le parece todo igual.

Nos vamos de Ámsterdam, ha sido una decisión que hemos tomado después de hablarla mucho, pensarla y repensarla, hacer una lista de las cosas que nos faltan en nuestro apartamento y lo que no podemos conseguir en Ámsterdam (con nuestro presupuesto, claro) y considerar las alternativas.
Conclusión, nos trasladamos a Haarlem, una ciudad cercana a Ámsterdam (15 minutos en tren y media hora en coche), la Salamanca de Holanda (donde, según se dice, se habla el holandés más puro del país), a unos pocos kilómetros del mar y las playas, con un casco histórico muy bonito y un centro de arquitectura interesante (de pequeña escala que da para ser bien investigado).

Hasta aquí todo perfecto, la ciudad no es tan urbana como Ámsterdam pero tiene mucho ambiente y a primera vista parece lo suficientemente ciudad como para que uno pueda ir a su aire sin que le estén haciendo un análisis de esos tipos rayos X que te hacen cuando vas a una del interior del país... a primera vista, digo. 

Unas semanas después de tomada la decisión nos paseamos por nuestra nueva ciudad con Vera (nuestra hijita de dos años) y nuestros sobrinos argentinos (Aye y Lauti) que están de gira Europea. Más o menos como "el gran tour" de principios del siglo pasado pero de forma más contemporanea: Eropa en mes y medio, con el portatil y blacberry bajo el brazo y quejándose de las "procesiones" de jubilados que cruzan las ciudades en manada. Pero me estoy perdiendo, los llevamos a Haarlem para mostrarles la ciudad y la casa a la que nos vamos a trasladar en cuestión de un par de meses. El centro está muy animado, cuando llegamos acaba de finalizar una maratón que se organiza todos los años de Ámsterdam a Haarlem, las terrazas están llenas, eso si, de holandeses, apenas se ven turistas extranjeros como en Ámsterdam, y reina una gran tranquilidad en los barrios colindantes al centro, entre ellos el nuestro. Son las seis de la tarde cuando comenzamos el paseo por el que será nuestro barrio, una zona de casitas unifamiliares de principios de 1900 que antaño fuera un pueblecito cercano a Haarlem (a 20 minutos caminando del centro) con una calle comerciál peatonal del lado oeste y el río del lado este. Nada más entrar al barrio nos topamos con una pareja joven con un bebé que están saliendo del coche y se meten en una de esas casitas de muñecas mientras nos echan un vistazo mientras nos dicen "hai daar!", algo así como "qué tal estáis?". Un poco más adelante nos encontramos con un grupo sentado junto a la puerta de la casa donde vive claramente uno de ellos, es una tarde soleada y están disfrutando claramente de los últimos rayitos de sol mientras picotean algo antes de cenar. "Buenas tardes!" nos dicen amistosamente. 

Un poco más tarde torcemos la esquina y estamos en la que va a ser nuestra calle. Y entonces nos damos cuenta de cual va a ser nuestra futura realidad! Como ya he dicho eran las seis de la tarde cuando nos paseamos por las calles de nuestro futuro barrio... craso error! A las seis es la hora de la cena en Holanda, horario que se respeta religiosamente, con toda la familia reunida entorno a la mesa que a su vez está ubicada junto a la ventana de la calle, y aquí las ventanas son tan grandes como los escaparates de una tienda, sin cortinas por supuesto, ya que como buenos calvinistas no hay nada que ocultar y por tanto nada que un buen vecino no pueda ver. Y lo que es más práctico, ellos también pueden ver todo lo que pasa en la calle: es este caso un grupo de cuatro extranjeros con cara de despistados que van mirando por la calle y por las ventanas para hacerse una idea de como son las casas... 
Es aquí cuando los papeles se invierten, ya no somos nosotros los que estamos curioseando por las ventanas, como buenos turistas, nuestros futuros vecinos (sin ninguna excepción) están curioseando quienes somos nosotros, que nos estamos paseando a semejante hora por las calles con una niña pequeña que debería estar cenando a estas horas...

Dios mío!!!, le digo a Juan, nos estamos trasladando a la Holanda profunda sin darnos cuenta!!!