martes, agosto 23, 2005

Parece que hay un poco de movimiento en Huesqueta...


Muro, Santiago Arranz

Leyendo Periodismo Global de Fernando Meza me encontraba hoy con esta noticia sorpresa...
Y por supuesto no voy a dejar pasar la oportunidad de promocionar un poquito mi ciudad de origen... jeje

Más de trescientos periodistas de publicaciones de internet, periódicos, televisiones y cadenas de radio participarán en el VII Congreso Nacional de Periodismo Digital que se celebrará en Huesca el 2 y 3 de marzo de 2006.

El periodismo ciudadano, el papel de las agencias en internet y la publicidad digital son tres de los debates propuestos para el Congreso, en el que intervendrán como ponentes, entre otros, el director de El Mundo, Pedro J.Ramírez, y el editor de arte de la revista The New Yorker, Andy Young.

Así lo adelantaron hoy el director del encuentro, Fernando García; el alcalde de Huesca, Fernando Elboj, y el presidente de la Asociación de la Prensa de Aragón, Samuel Barraguer.

El profesor de Periodismo de la Universidad de Texas y catedrático de Comunicación de la UNESCO Rosental Calmon Alves hará un balance del periodismo 'online', que en España cumplirá diez años en 2006, informó la Asociación de la Prensa de Aragón.

Jan Ziff y Allan Davidson, del programa Sound and Bytes, de la cadena norteamericana CBS Radio, Arcadi Espada, Gervasio Sánchez y los corresponsales Enric González (El País), Alfonso Armada (ABC) y Rubén Amón (El Mundo) son otros de los ponentes que intervendrán en este foro.

Además, se celebrará un encuentro entre responsables de agencias publicitarias, como Manuel Vizcaíno y José Luis Moro, directores creativos de las agencias Señora Rushmore y Remo, respectivamente, y Daniel Solana, director de Double You.

En el transcurso del Congreso se entregará el V Premio de Periodismo Digital 'José Manuel Porquet', patrocinado por el Gobierno de Aragón y que cuenta con una dotación económica de 6.000 euros.

También se dará el segundo premio al ingenio español en internet 'BlasillodeHuesca.net', creado a propuesta de Antonio Fraguas, Forges, promovido por el Ayuntamiento de Huesca y que en esta tercera edición aumenta su dotación a 10.000 euros.

El pintor aragonés Santiago Arranz ha creado el cartel de la séptima edición del simposio, organizado por la Asociación de la Prensa de Aragón con la colaboración del Ayuntamiento de Huesca y el patrocinio del Gobierno de Aragón, la Diputación de Huesca, Ibercaja y Microsoft.

Publicado en Terra, España.

sábado, agosto 13, 2005

Através de otros ojos...


Lisboa. Foto: Susana Aparicio

El otro día veía en la tele un fotógrafo que enseñaba a los niños a ver las cosas atraves de otros ojos, allí donde sólo había unas briznas de hierbas les hacía descubrir un bosque con solo acercar la lente y bajar el punto de mira y las montañitas de tierra se convertían en escarpadas sierras.

¿Y por qué no? ¿por qué no mirar la ciudad y ver sus otros colores reflejados en los escaparates y anuncios publicitarios? ¿por qué no mirar más allá de esas calles que ya no vemos de tanto pasar por ellas?

Observar las ciudades puede causar un placer particular, por corriente que sea la vista. Tal como una obra arquitectónica, también la ciudad es una construcción en el espacio, pero se trata de una construcción en vasta escala, de una cosaque sólo se percibe en el curso de largos lapsos. El diseño urbano es por lo tanto, un arte temporal, pero que sólo rara vez puede usar las secuencias controladas y limitadas de otras artes temporales, como la música, por ejemplo. En diferentes ocsiones y para distintas personas, las secuencias se invierten, se interrumpen, son abandonadas, atravesadas. A la ciudad se la ve con diferentes luces y en todo tipo de tiempo.

En cada instante hay más de lo que la vista puede ver, más de lo que el oído puede oír, un escenario o un panorama que aguarda ser explorado. Nada se experimenta en sí mismo, sino siempre en relación con sus contornos, con las secuencias de acontecimientos que llevan a ello, con el recuerdo de experiencias anteriores. (...)


Los elementos móviles de una ciudad, y en especial las personas y sus actividades, son tan importantes como las partes fijas. No somos tan sólo observadores de este espectáculo, sino que también somos parte de él, y compartimos el escenario con los demás participantes. (...)


Fragmento de "La imagen de la ciudad", de Kevin Lynch.

Girando

Foto: Susana Aparicio


El mundo estaba a sus pies y él lo hacía girar a su gusto, según el día. Ayer, por ejemplo, había amanecido gris y le pareció que era un buen día para rotar hacia la izquierda, haciendo que todo saliera mal: comenzó a diluviar como aún no se había visto en décadas, las tapas de las alcantarillas se elevaban no pudiendo retener el agua que pasaba por ellas, los túneles de la autopista se llenaron de tal manera que los ocupanates de los coches, que se habían quedado en él durante el atasco de la mañana, tubieron que salir corriendo para no mojarse los pantalones. A las tres de la tarde el cielo se oscureció de tal manera que parecía una tarde de invierno sin ser tal, eran comienzos de agosto! Los ordenadores de las oficinas se atascaban y anunciaban errores en sus pantallas, los semáforos parecían haberse vuelto locos... en fin un día de rotación izquierda.

Pero no se levantaba siempre de mal humor, los días que decidía que el mundo tenía que girar a la derecha amanecían con un cielo azul añil, las palomas (siendo los únicos pájaros de la ciudad) te despertaban con su "canto" y, de camino al trabajo, en el MP3 sonaba la banda sonora de Amelí dándole un toque mágico a la ciudad y sus habitantes: allí estaba la señora de rojo que siempre va a su trabajo en bici con una sonrisa en la boca, más alla el papá que lleva a sus hijitos en un carrito detras de su bicicleta y mientras el uno duerme el otro mira el tranvía pasar como si fuera un platillo volante. Un bagabundo me pregunta en el metro: "disculpe señorita, ¿éste periódico es siempre gratis?", "todos los días" le respondo, y desde entonces me lo encuentro "todos lo días(de sol)" allí, sentadito leyendolo.

Pero tambien están esos días que nos hace girar en diagonal y es entonces cuando no sabes con qué te encontrarás esa jornada. Parece ser que hoy es uno de esos... veremos que nos depara el giro retorcido esta vez.

martes, agosto 09, 2005

Me suena conocido...


El Campo Marzio dell' antica Roma, de Giovanni Battista Piranesi, es la imagen épica de una lucha que tiene la arquitectura consigo misma: la tipología se asienta como una demanda de un orden superior, pero la configuración de cada tipo independientemente del conjunto lleva a la destrucción del significado de la tipología misma. En la historia se le hace un llamado como "valor" inmanente, pero la ausencia paradójica de la realidad arqueológica hace que el potencial burgués del mismo sea dudoso, la renovación formal parece anunciar su propio primate, pero la repetición contenida de renovaciones conlleva a que todo el organismo urbano se vuelva una mostruosa "máquina inutil".

El racionalismo parece descubrir su propia irracionalidad. (...) Los fragmentos arquitectónicos autónomos chocan entre ellos, siendo indiferentes al choque. Se amontonan y muestran la inutilidad del trabajo inventivo que se realiza para definir la forma.

Fragmento del texto "El pensamiento dinámico" de Manfredo Tafuri sobre Giovani Battista Piranesi.


Al leer esto no pude evitar que me viniese a la cabeza la situación urbana holandesa: zonas enteras son repartidas entre diferentes urbanistas para que cada uno haga su master plan y lo lleve a cabo fomando barrios; barrios completos son llevados acabo por diferentes arquitectos donde cada uno intenta colocar su propia "obra". Muestra de ello es Ypenburg, premiado por revistas nacionales e internacionales por su caracter experimental, siendo sobre todo las viviendas de MVRDV conocidas en él.

Ypenburg es, según sus creadores, un buen ejemplo de desarrollo urbano debido a su ubicación entre las ciudades de Delft, La Haya y Rotterdam. En lo que antes era un aeropuerto se realizaron, siguiendo el plan urbanístico de Frits Palboom, 12.000 viviendas. La zona se dividió en cinco barrios llamados "barrios-tema". Viviendas inspiradas por el Amstedamse School y bloques de vivienda del siglo XIX estarían tan representados com la vivienda experimental de MVRDV (2002) y Bosch Architects (2003)... si, experimental si... util? a mi más bien me hace pensar en el texto superior "la inutilidad del trabajo inventivo para definir la forma". Hay que reconocer que gracias a esa forma y materialización se habló de ellas en todo el mundo, el marketing holandés las supo vender como "el nuevo experimento" en todo el mundo, no hubo revista que se preciase que no les dedicase un artículo. Si, para salir en las revistas sirvió, también me han comentado lo bueno que es el plan urbanístico según el cual los vehículos no pueden acceder a la zona construida, siendo esta completamente peatonal... también se quedó en experimento. Al pasear por Ypenburg uno es asaltado por todas esas imágenes, arquetipos, tipologías y materializaciones que no llegan a crear un conjunto, volviendo a Piranesi: se amontonan y chocan entre ellos...

Desgraciadamente Ypenburg no es ninguna excepción: Nieuwe Sloten, de Aker, cada una con mayor o menor éxito pero no por eso dejando de ser un amontonamiento de tipologías son la imagen del desarrollo de la ciudad holandesa actual.

Pero como decía un profesor que tuve (René van Zuuk) "los arquitectos construimos para nosotros mismos, para nuestros compañeros de profesión y para salir en las revistas, no para el usuario".

Vista aerea de Ypenburg

Viviendas de MVRDV (2002)

miércoles, agosto 03, 2005

La maquina del tiempo


Oporto 2005, foto: Susana Aparicio

Nuestra llegada a Oporto fue recibida por una lluvia de cenizas y una luz sepia que cubría toda la ciudad creando la ilusión de estar viendo un Oporto de tiempos pasados. No sé si se debió al libro que me estaba leyendo durante esas vacaciones pero la ciudad se me presentó como un entorno subrealista, imagen que no sólo sugía por la luz que caía sobre la ciudad y que se reforzaba al observar sus edificios en los que sus fachadas estrechas, de azulejos desdentados como bocas a las que les faltan piezas, y ventanas rotas que hacían moverse al viento cortinas desgastadas y desteñidas por el sol. Esa imagen novelesca, digo, no salía solamente de sus fachadas que se alzaban entre ropa colgando a lo largo de pendientes interminables, sino también de un ambiente de lujo de principios de siglo que todavía se respiraba en el café Majestic, a pocos pasos de otro entorno del mismo principio de siglo, de clase obrera este, con que nos encontramos al entrar en el mercado central, donde las fruteras y verduleras charraban por sus pasillos sin prestar demasiada atención a los turistas (nosotros) perdidos en el tiempo. Iglesias recubiertas de azulejos observaban a los paseantes sin inmutarse, al igual que sus habitantes, absortos en sus quehaceres diarios.

La maquina del tiempo se volvió a poner en funcionamiento nada más pisar las escaleras mecánicas que nos llevaron al metro: un espacio blanco, inmaculado, cubierto de baldosas que despedían reflejos de ópalo nos salio al encuentro. En el andén estuvimos estudiando los croquis de Souto de Moura, aumentados a tamaño gigante, que colgaban de las vayas tras las cuales continuaban las obras de construcción y que nos mostraban cual sería el resultado final. Un metro urbano que parecia sacado de una película futurista nos abrió las puertas, y através de sus ventanas de pecera nos mostró una serie de imágenes esterilizadas de estaciones igualmente blancas e impecables, viviendas en construcción de Alvaro Siza, blancas, rectilineas, elegantes, para dejaronos finalmente en nuestro destino: estación Casa da Música. Parada obligatoria para todo aquel que no se quiera perder la última obra entregada de Rem Koolhaas y que se nos presentó de una manera muy curiosa al llegar a ella por la "puerta de atrás"... la impresión que me causó? ... eso mejor lo dejo para otro post.

lunes, agosto 01, 2005

Acerca del bosque del Amor


La cosecha a las orillas del mar, Emile Bernard

A Emile Bernard*

Como una rubeta fuera del agua, el as, arrastrado por sus ventosas, reptaba a lo largo de un camino liso y descendente.
En ese barrio de París, donde jamás había pasado un ómnibus, ni un ferrocarril, ni un tramvía, ni una bicicleta, ni probablemente un barco de tela de cobre a pleno día, rodando sobre tres rodillos en fila, tripulado por un doctor patafísico que tenía a sus pies las veintisiete más excelente quintaesencias de las obras que hayan traído la gente curiosa de sus viajes; por un notario llamado Panmuphle (el que suscribe, René-Isidore); y un mono papión hidrocéfalo que del lenguaje humano no sabía otra cosa que "ah! ah!", en lugar de los picos de gas divisamos antiguas obras de piedra tallada, estatuas verdes, en cuclillas, con vestidos tableados en forma de corazón; rondas heterosexuales que soplaban en indescriptibles flautines; por último, un calvario de algas donde los ojos de las mujeres se asemejaban a nueces endidas horizontalmente por el trazo sutura de sus valvas.

El descenso se ensanchó súbitamente en el triángulo de una plaza. El cielo se despejó, y en él estalló un sol como en una garganta la yema de huevo de un prairie-oyster, y el azul del cielo se volvió rojo; el mar se entibió hasta humear, las ropas reteñidas de la gente se convirtieron en machas más brillantes que gemas opacas.

"¿Ustedes son cristianos?", dijo un hombre bronceado, vestido con un blusón multicolor, en medio de la pequeña ciudad triangular.
- Como los Sres. Arouet, Renan y Charbonnel -dije, tras haber reflexionado.
- Yo soy Dios -dijo Faustroll.
- Ah!, Ah! -dijo Bosse-de-Nague, sin más comentarios.

Por lo que quedé de guardia en el as con el mono grumete, que se pasó todo el tiempo saltándome sobre los hombres y aplantándome el espinazo. Sin embargo, mientras lo mantenía a raya arrojándole pilas de legajos de notificaciones judiciales, consideraba curiosamente de lejos la apostura del hombre multicolor que había recibido con gusto la respuesta de Faustroll.

Se encontraban sentados bajo una gran puerta, tras la cual había una segunda; y detrás de todo falmeaba el verdor y la fecundidad de un campo de calabazas decorado con escenas bíblicas. Aquí y allá estaban dispuestas mesas y jarras y bancos, en un granero y un terreno, llenos de gente vestida de terciopelo azul zafiro, con figuras de rombos y pelo color plumón, el pelaje del terreno y de las nucas semejante a pelo de vaca. Los hombres luchaban en una pradera zaul y amarilla echando hacia donde yo me encontraba, en la barca, el espanto de sapos de arenisca gris; las parejas bailaban gavotas; y las cornamusas desde lo alto de los toneles recién vaciados, soplaban al viento el vuelo de cintas de lentejuelas blancas y seda violeta.
Cada uno de los dos mil bailarines del granero ofreció a Faustroll una galleta chata, leche dura y cúbica, y un alcohol diferente con menor capacidad que un dedal. En todos ellos bebió el doctor. Cada uno arrojó al mar una piedra, que despellejó las ampollas de mis manos de remero novata, abiertas para guarecerme, los pómulos sangrantes de Bosse-de-Nage.
"Ah!, ah!", gruñó éste para expresar su furor, pero se acordó de su juramento.

El doctor volvió cuando sonaron las campanas, con dos grandes cartulinas de la región que le había obsequiado su guía; una copiaba del natural, representando en tapicería, el bosque donde se adosaba la planza triangular: la fronda encarnada por sobre la hierba de azur uniforme, y los grupos de mujeres, la ola de cada grupo, con su cresta de gorros blancos, ropiéndose sin estrépito en el suelo, en un círuclo excéntrico de aurora oscura.
Y arriba decía: El bosque de Amor. En la segunda cartulina se mostraban todos los productos de esa tierra feliz, los hombres en el mercado con sus cerdos redondos y amarillos, ellos redondos y azules, con sus ropas llenas de salchichones. El conjunto estaba inflado como las mejillas de un gaitero, lleno como una cornamusa antes de devolver el viento, o como un estómago.

El anfitrión cristiano se despidió cortésmente de Faustroll, y se fue en una barca propia hacia una región más retirada. Y vimos la línea roja del horizonte marino que bifurcaba a través de su vela rosada.

Las correderas de las silla de fieltro volvieron a ser frotadas con las mejillas adiposas del mono hidrocéfalo; y habiendo recuperado los remos y Faustroll las guías de seda de su timón, me agaché y extendí una vez más en los movimientos alternados del remero, sobre las olas lisas de la tierra firme.

Fragmento extraido del libro Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, Patafísico, de Alfred Jarry.

*Emile Bernard: pintor francés (1868-1941), neo-impresionista y bretón como Alfred Jarry. En este apartado se evoca, muy especialmente, el período de la escuela de Pont-Avent, pueblo de la Bretaña en el que vivió Gauguin en tres oportunidades, atraído por un lugar ya famoso entre los artistas por el contacto que ofrecía con lo primitivo, en la estricta preservación de las constumbres, aún celta, medieval y rústico, en esencia. Sérusier, Bernard y otros experimentarán con Gauguin una expresividad vital y de dimensiones casi místicas. Del Bernard de este período se alude aquí a la "Magdalena en el Bosque del Amor", "La cosecha a las orillas del mar", y "Las bretonas en la pradera verde", entre otras obras.

Durante estas vacaciones en Portugal descubrí por pura casualidad al padre de la literatura subrealista, y del subrealismo por ende: Alfred Jarry ( del que escribiré más adelante ya que no hay mucha información disponible en red). De él salió la Patafísica: ciencia de las soluciones imaginarias. Ciencia que se decanta por lo imaginario, por los poderres creativos de la imaginación, frente a la lógica de imposición paradigmática que las ciencias empezaban a perfilar claramente para percibir y apropiarse del mundo en la epoca de Jarry (1873-1907) y en la que se basa este libro.

Este es un libro fascinante, no solo por como esta escrito sino por las descripciones que hace de las cosas mas banales, con las que nos encontramos diariamente convirtiéndolos en algo excepcional, mirándolos desde otro punto de vista, relacionandólos en cada capítulo con cuadros, poemas y personajes de su época, cercanos a él por una u otra razón. Espero que haya despertado vuestra curiosidad y, en todo caso, que os haya entretenido.