domingo, julio 29, 2007

La ciudad más europea

Foto:SA

Estrasburgo es la ciudad "más europea" de toda Europa, todo en ella es Europa, sólo Europa.
Esa sensación tenía al recorrer sus calles y encontrarme constantemente con carteles de universidades de "estudios europeos", proyectos subencionados con "fines europeos" y, por supuesto, el barrio donde la sede europea está instalada.

Una colección de edificios abandonados, en espera de ser rehabitados por un mes, se erigen a las afueras de la ciudad. Edificios vacíos que, en su olvido de funcionario, siguen atrayendo a turistas, turistas que se pasean perdidos, confundidos, rodeándolos a la espera de obtener una vista, una foto que poder mostrar a su vuelta a casa.

Nosotros llegábamos a Estrasburgo un jueves lluvioso, un día festivo en el que sólo los turistas -como nosotros- ávidos de pisar calles desconocidas, se aventuraban a salir. Sus sabios habitantes se resguardaban de la tempestad tras las cortinas.
Ese primer día nos preguntábamos, entre tanto consumidor de espacio, si Estrasburgo era realmente la temida conversión de la ciudad en Disneylandia: Trenecitos turísticos nos pasaban rozando el paraguas para el regocijo de sus usuarios, en la plaza de la catedral restaurantes y cafés a revosar dejaban oir sonidos de todo el mundo, en una pastelería me preguntaba la dependienta, sorprendida, si era francesa al pedirle una de sus esquisiteces locales, cuando le contesté que no, que era española, me miró con ojos tranquilizados como pensando "menos mal, nuestros paisanos saben a qué atenerse entre tanto guiri".

El viernes, un día soleado y laboral, nos quitó ese regustillo a parque de atracciones que nos había quedado del día anterior. En la Plaza del hombre de hierro nos sentábamos tranquilamente, a la mañana temprano, a disfrutar de un café con leche y un croissant mientras veíamos el trajín de hombres y mujeres en uniforme de oficina, amas de casa parapetadas con carritos y bolsas de compra y niños con carteras dirijiéndose a la escuela... la ciudad parecía resurjir de sus cenizas.

Estrasburgo es una ciudad que se recorre facilmente. El centro, muy turístico, me hizo recordar a Amsterdam por su forma circular rodeada por el río. Sus calles y callejones medievales son un gusto para cualquier cámara ávida de fotos pintorescas aunque entre edificios con paredes de adobe con estructuras de madera surjan de vez en cuando monstruos ochentosos, como si en ese periodo el ayuntamiento todavía no fuese consciente del potencial turístico de ese centro salido de una película de Dartagnan (¿o será alrevés?).
También sería en ese periodo cuando el centro de la ciudad se convirtió en un gran aparcamiento al aire libre. ¿Habeis visto alguna vez fotos aereas de ciudades norteamericanas en las que junto a las grandes torres o zonas comerciales aparecen espacios abiertos, tan grandes como una manzana, sólo para el aparcamiento de coches? Algo así es el centro de esta ciudad pero en escala pequeña. Cualquier resquicio dejado entre edificios, ya pequeñas plazas o isletas, son ocupados por estas "máquinas".

Foto:SA

Nada más cruzar el río aparece la ciudad moderna, bloques de viviendas de los años setenta con zonas ajardinadas entre ellos forman esos barrios periféricos, tan típicos de las ciudades francesas, hasta llegar al "barrio europeo". Unos minutos más en el tranvía nos llevan hasta la estación final de autobuses y tranvías con el que Zaha Hadid ganó el premio Mies van de Rohe en 2003 (para leer más de nuestra visita a este "edificio" pinchar aquí y para ver las fotos que le sacamos pinchar aquí)

En unos tres días uno ya ha visto suficiente de la ciudad como para querer proseguir su camino o volver a casa. Estrasburgo no es una ciudad que deje gran huella en la memoria: es pintoresca como lo puede ser Autum o Dijon pero sin ese sabor rural que tienen estos, contiene el parlamento eruopeo sin llegar a ser cosmopolita como Bruselas, el centro está lleno de turistas pero estos recuerdan más las excursiones que hacías de pequeño con la escuela que los viajes culturales que se ven anunciados en agencias de viajes.

En fin, una ciudad en la que merece la pena haber estado una vez pero a la que no volvería por el placer de disfrutarla y (re)descubrirla como pueda hacer con Buenos Aires, Barcelona o París.


miércoles, julio 04, 2007

La paradoja del regionalismo español




Hay que viajar, si señor, hay que viajar para encontrarse con cosas que de otra manera uno ni habría imaginado. En esto pensaba hace unos meses estando de viaje por Argentina.

En mi caso el descubrimiento se redujo a la paella típica aragonesa (de Aragón, región de España).
Según un folletito de la Unión Aragonesa Marplatense (de la ciudad de Mar del Plata, Argentina) -con el que me encontré en la oficina de turismo de dicha ciudad- el 16 de diciembre se iba a celebrar la despedida del año y en el menú se distinguía este plato exquisito, además del pan dulce como postre.
Lo curioso del caso es que en Aragón no tenemos ningún tipo de paella entre nuestros platos populares y aún menos entre los típicos. Eso por no hablar del pan dulce que es italiano... el conocido panetone.

Para aquel que todavía no esté al tanto: la paella es de origen valenciano aunque se lo haya apropiado el resto de España como plato nacional. Pero de ahí a decir que en Aragón tenemos una forma típica de hacer paella... me preguntaba cómo sería, ¿tendría cordero (la carne de cordero es la predilecta de la zona por la abundancia de este) en lugar de pollo y acelgas en lugar de judías?.
Me quedé con las ganas de saberlo porque justo el señalado día 16 hubo una tormenta que dejó a media ciudad sin luz, situación que nos hizo ir a cenar a un restaurantito cerca del apartamento. Pero la idea de la paella fantasma seguía rondándome por la cabeza.

Unas semanas más tarde, hablando con mi tocaya Susana (bloguera rosarina -de la ciudad de Rosario- que tuve el placer de conocer en nuestro viaje a la Argentina) esta me comentaba que en las ciudades argentinas los inmigrantes que llegaron a ellas a lo largo del siglo pasado organizaron sus propias asociaciones. De esta manera está la asociación polaca, la alemana, la croata... tan solo España tiene la vasca, la gallega, la andaluza... y por supuesto entre todas ellas la aragonesa.

Con este dato y el de la mencionada paella aragonesa en mente me preguntaba si esa necesidad de reafirmación de un origen que tenemos los emigrantes, y que en nuestro caso (el español) se desmenuza en regiones autónomas, finalmente no se resumía en los tópicos que definen un país:
ESPAÑA = PAELLA + TOROS + FLAMENCO.

Por tanto:
ARAGÓN = PAELLA ARAGONESA

Aunque tengo que reconocer que aún no hemos llegado al extremo del "flamenco aragonés" y seguimos manteniendo la "jota aragonesa" en alto.

Para aquel que tampoco esté al tanto: el flamenco es el baile andaluz por antonomasia, aunque en el extranjero nos lo apliquen igualmente al resto de España, siendo así que cada autonomía tiene su propio baile regional y, exceptuando Andalucía y a todo aquel que lo aprendió cuando estaba de moda, en el resto de España no se tiene ni la más remota idea de cómo se baila el flamenco ni tenemos "el duende" necesario para ello (hay que ser sinceros).

Después de tanta elucubración llegué a la conclusión de que esa manía que tenemos de manifestarnos por autonomías, reivindicando nuestra independencia cultural y derecho a la existencia, es algo típicamente español. Y que justamente eso es lo que más nos une y nos presenta como lo que somos: España, país de contradicciones.