La cosecha a las orillas del mar, Emile Bernard
A Emile Bernard*
Como una rubeta fuera del agua, el as, arrastrado por sus ventosas, reptaba a lo largo de un camino liso y descendente.
En ese barrio de París, donde jamás había pasado un ómnibus, ni un ferrocarril, ni un tramvía, ni una bicicleta, ni probablemente un barco de tela de cobre a pleno día, rodando sobre tres rodillos en fila, tripulado por un doctor patafísico que tenía a sus pies las veintisiete más excelente quintaesencias de las obras que hayan traído la gente curiosa de sus viajes; por un notario llamado Panmuphle (el que suscribe, René-Isidore); y un mono papión hidrocéfalo que del lenguaje humano no sabía otra cosa que "ah! ah!", en lugar de los picos de gas divisamos antiguas obras de piedra tallada, estatuas verdes, en cuclillas, con vestidos tableados en forma de corazón; rondas heterosexuales que soplaban en indescriptibles flautines; por último, un calvario de algas donde los ojos de las mujeres se asemejaban a nueces endidas horizontalmente por el trazo sutura de sus valvas.
El descenso se ensanchó súbitamente en el triángulo de una plaza. El cielo se despejó, y en él estalló un sol como en una garganta la yema de huevo de un prairie-oyster, y el azul del cielo se volvió rojo; el mar se entibió hasta humear, las ropas reteñidas de la gente se convirtieron en machas más brillantes que gemas opacas.
"¿Ustedes son cristianos?", dijo un hombre bronceado, vestido con un blusón multicolor, en medio de la pequeña ciudad triangular.
- Como los Sres. Arouet, Renan y Charbonnel -dije, tras haber reflexionado.
- Yo soy Dios -dijo Faustroll.
- Ah!, Ah! -dijo Bosse-de-Nague, sin más comentarios.
Por lo que quedé de guardia en el as con el mono grumete, que se pasó todo el tiempo saltándome sobre los hombres y aplantándome el espinazo. Sin embargo, mientras lo mantenía a raya arrojándole pilas de legajos de notificaciones judiciales, consideraba curiosamente de lejos la apostura del hombre multicolor que había recibido con gusto la respuesta de Faustroll.
Se encontraban sentados bajo una gran puerta, tras la cual había una segunda; y detrás de todo falmeaba el verdor y la fecundidad de un campo de calabazas decorado con escenas bíblicas. Aquí y allá estaban dispuestas mesas y jarras y bancos, en un granero y un terreno, llenos de gente vestida de terciopelo azul zafiro, con figuras de rombos y pelo color plumón, el pelaje del terreno y de las nucas semejante a pelo de vaca. Los hombres luchaban en una pradera zaul y amarilla echando hacia donde yo me encontraba, en la barca, el espanto de sapos de arenisca gris; las parejas bailaban gavotas; y las cornamusas desde lo alto de los toneles recién vaciados, soplaban al viento el vuelo de cintas de lentejuelas blancas y seda violeta.
Cada uno de los dos mil bailarines del granero ofreció a Faustroll una galleta chata, leche dura y cúbica, y un alcohol diferente con menor capacidad que un dedal. En todos ellos bebió el doctor. Cada uno arrojó al mar una piedra, que despellejó las ampollas de mis manos de remero novata, abiertas para guarecerme, los pómulos sangrantes de Bosse-de-Nage.
"Ah!, ah!", gruñó éste para expresar su furor, pero se acordó de su juramento.
El doctor volvió cuando sonaron las campanas, con dos grandes cartulinas de la región que le había obsequiado su guía; una copiaba del natural, representando en tapicería, el bosque donde se adosaba la planza triangular: la fronda encarnada por sobre la hierba de azur uniforme, y los grupos de mujeres, la ola de cada grupo, con su cresta de gorros blancos, ropiéndose sin estrépito en el suelo, en un círuclo excéntrico de aurora oscura.
Y arriba decía: El bosque de Amor. En la segunda cartulina se mostraban todos los productos de esa tierra feliz, los hombres en el mercado con sus cerdos redondos y amarillos, ellos redondos y azules, con sus ropas llenas de salchichones. El conjunto estaba inflado como las mejillas de un gaitero, lleno como una cornamusa antes de devolver el viento, o como un estómago.
El anfitrión cristiano se despidió cortésmente de Faustroll, y se fue en una barca propia hacia una región más retirada. Y vimos la línea roja del horizonte marino que bifurcaba a través de su vela rosada.
Las correderas de las silla de fieltro volvieron a ser frotadas con las mejillas adiposas del mono hidrocéfalo; y habiendo recuperado los remos y Faustroll las guías de seda de su timón, me agaché y extendí una vez más en los movimientos alternados del remero, sobre las olas lisas de la tierra firme.
Fragmento extraido del libro Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, Patafísico, de Alfred Jarry.
*Emile Bernard: pintor francés (1868-1941), neo-impresionista y bretón como Alfred Jarry. En este apartado se evoca, muy especialmente, el período de la escuela de Pont-Avent, pueblo de la Bretaña en el que vivió Gauguin en tres oportunidades, atraído por un lugar ya famoso entre los artistas por el contacto que ofrecía con lo primitivo, en la estricta preservación de las constumbres, aún celta, medieval y rústico, en esencia. Sérusier, Bernard y otros experimentarán con Gauguin una expresividad vital y de dimensiones casi místicas. Del Bernard de este período se alude aquí a la "Magdalena en el Bosque del Amor", "La cosecha a las orillas del mar", y "Las bretonas en la pradera verde", entre otras obras.
Durante estas vacaciones en Portugal descubrí por pura casualidad al padre de la literatura subrealista, y del subrealismo por ende: Alfred Jarry ( del que escribiré más adelante ya que no hay mucha información disponible en red). De él salió la Patafísica: ciencia de las soluciones imaginarias. Ciencia que se decanta por lo imaginario, por los poderres creativos de la imaginación, frente a la lógica de imposición paradigmática que las ciencias empezaban a perfilar claramente para percibir y apropiarse del mundo en la epoca de Jarry (1873-1907) y en la que se basa este libro.
Este es un libro fascinante, no solo por como esta escrito sino por las descripciones que hace de las cosas mas banales, con las que nos encontramos diariamente convirtiéndolos en algo excepcional, mirándolos desde otro punto de vista, relacionandólos en cada capítulo con cuadros, poemas y personajes de su época, cercanos a él por una u otra razón. Espero que haya despertado vuestra curiosidad y, en todo caso, que os haya entretenido.
3 comentarios:
Hola, te invito con gusto a pasear por los callejones de mi blog. Es de poesía. Cada mes publico en él 11 poemas de diferentes autores. Espero te agrade y desde ya te doy la bienvenida.
Saludos.
Me ha removido, sí, Susana, este extracto que has seleccionado y te lo agradezco. Eseesmero que pones en tu espacio liberado y en lo que elijes, me renuevan en mi prpósito de visitarte constantemente.
ls calles, las escenas, todo transfigurado. Otra vez gracias Susana.
Que los ecos der tu viaje a portugal sigan en ti...
Hola Susasan arquitecta de la noche
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