jueves, febrero 26, 2004

Caperucita blanca en Amsterdam

Hoy me he levantado en medio de una luz blanquecina que entraba por las ventanas, toda la casa parecia envuelta en ella. Era la luz que reflejaba Amsterdam bajo la nieve, con sus tejados, calles, arboles y coches cubiertos por una capa blanca y esponjosa.

El cielo estaba cubierto aunque se veia rasgado de azul, lo que anunciaba el triunfo del sol. Y en efecto, una hora mas tarde irian desapareciendo las nuves oscuras y el sol haria brillar la nieve, pero eso aun tenia que suceder...
De camino a mi querido tranvia se veian niños tirando bolas de nieve a sus padres, ciclistas caidos y gente haciendo movimientos estrafalarios con las manos para mantener el equilibrio (yo incluida). El tipico paisaje idilico de un dia nevado.

La magia se ha roto justo al llegar al final del primer trayecto. Despues de saludar a la repartidora de periodicos e internarme en el edificio en forma de castillo que es la estacion central de Amsterdam me ha asaltado la sensacion de estar en medio de una pelicula de terror. La sala de espera y los pasillos estaban vacios, no se oia el ruido de los vagones y al llegar al anden indicado y subirme al tren me he dado cuenta de que estaba sola, totalmente sola.
La respuesta no se ha hecho esperar, una voz metalizada ha dado a conocer que, debido a la tormenta de nieve, el trafico ferroviario desde y a la Estacion Central no era posible. Me habran visto por ahi perdida atraves de alguna camara?

Ha sido entonces cuando ha comenzado el follon porque, a pesar de que Holanda se encuentra en centro-norte de Europa, el pais no esta preparado para una tormenta de nieve. Mejor dicho, la empresa ferroviaria NS no es capaz de salvar problemas como los que surgen en otoño cuando las hojas de los arboles caen en los railes, en invierno cuando nieva o en verando cuando hay altas temperaturas (32 ºC). Son en esos momentos cuando todo el pais se queda paralizado y cada uno sigue la ley del "salvese quien pueda" que suele significar "a por el autobus!".

Una vez fuera de la estacion, al llegar a las paradas de autobus, me he dado cuenta de donde se habia quedado todo el mundo. Amontonamientos de personas alrededor de cada parada hacia casi imposible ver de que autobus se trataba.
Finalmente he encontrado el mio -el 18- que me llevaria hasta Sloterdijk, una estacion de conexiones situada en el centro de una zona de oficinas construida en los años 80, que es donde yo trabajo. Por supuesto, cada centimetro cuadrado del autobus estaba ocupado. Codos, paraguas y mochilas sobresalian por los huecos.

Tras un viaje de media hora, medio ahogada por mis compañeros de penas, he llegado mi destino final. Mientras iba caminando entre los jardines de las casas y el parque que me separaban de la oficina ha salido el sol, proyectando las largas sombras de los arboles sobre la nieve... un nuevo dia habia acababa de nacer!

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