No hay dia mas triste que aquel en el que no para de caer la lluvia, el cielo gris no da muestras de cambio mas que para oscurecerse un poco mas y un viento frio barre las calles. Ayer fue un dia asi, la gente se apiñaba en los tranvias y trenes para escaparse de esa cortina de agua que nos perseguia por toda la ciudad, los coches salpicaban a su paso los charcos de agua marron que ensombrecian las calles y las caras de los transeuntes desaparecian bajo paraguas y capuchones.
Y apesar de todo esto a la tarde, cuando la luz se torna azul oscura y las farolas se encienden, se ve reflejado otro mundo en las calles mojadas, el de las luces de los coches y las bicicletas, los escaparates de las tiendas, las ventanas iluminadas de las viviendaas y las cristaleras de los cafes que nos invitan a entrar y reponernos de esa lluvia incesante. En este momento la ciudad recobra un encanto que antes me habia pasado desapercibido, un encanto casi nostalgico.
Me trae recuerdos de antaño, de cuando me iba a comprar regalos de navidad junto con mi hermanito, llevando en un monederito un par de billetes de mil pesetas que nos habia dado mi madre para que le comprasemos los regalos a toda la familia. Las calles, tambien mojadas, reflejaban las luces de navidad que las adornaban como ahora reflejan la luz de los faros de coches, tranvias y bicicletas que pasan a mi lado, los escaparates donde mirabamos que comprar antes de entrar a la tienda dejaban la misma mancha de luz en el pavimento que los cafes a los que echo un vistazo ahora para ver si hay una mesita libre donde descansar un momento.
La ciudad no es la misma, sus calles tampoco, pero en mi mente se mezclan pasado y presente formando una mancha de luces y sombras que me reconforta y me da la sensacion de "estar en casa", haciendome olvidar la lluvia y los charcos que me humdecen de pies a cabeza.
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