Si hay algo que me gusta de ir a trabajar es el trayecto en tren y tranvía que tengo que realizar cada día por la mañana para llegar a la ofi. Sólo son 15 minutos en travía y 5 en tren pero es el momento del día que mas disfruto viajando. A veces da la sensación de estar mirando atraves de una lámina de hielo, el aire frío y de color azul que envuelve la ciuad a esas horas de la mañana se conserva limpio y transparente, los sonidos llegan atenuados, la ciudad comienza a despertarse, esta silenciosa todavía y la gente entra al tranvía calladamente, como con miedo de despertar al resto de los pasajeros y romper el encanto del momento.
Quizás sea también porque es ese el momento del día en el que más lúcida estoy (jejeje, el resto me lo paso en las nuves quiero decir) y las formas de la ciudad y las ideas en mi cabeza se dibujan de una manera más precisa.
El viaje de vuelta suele estar rodeado de polvo, caras cansadas y ruidos, teléfonos mobiles que no cesan de sonar, voces metálicas anunciando retrasos de trenes y el ruido de la pancita que anuncia la hora de la merienda al llegar a casa, trenes y tranvías abarrotados, gente dando empujones impaciente por llegar a casa. En mi cabeza giran mil ideas, todas sin acabar de trazar, y la ciudad desaparece detras de la marabunta de gente que se pasea por sus calles.
En un ratito se acaba mi jornada laboral y emprenderé el camino de regreso...
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