lunes, agosto 23, 2004

Odisea 2004



Ya hace varios días que se nos acabó el verano, llevabamos un par de semanas con los paraguas en los bolsos porque las nubes negras nos miraban amenazantes, algunas gotas nos habían avisado de la llegada de las lluvias pero tenía que ser justo hoy, en el momento en que me bajaba del tranvía cuando se ha puesto a granizar como nunca.

En realidad sólo tengo cinco minutos de caminata desde el tranvía hasta casa, pero os aseguro que han sido los mas largos de mi vida. En cuestión de segundos se ha descolgado una cortina de piedrecitas que no dejaban ver a más de dos metros, como si de niebla se tratase, pero una niebla algo durilla. Como suele ocurrir en estas circunstancias yo llevaba los zapatos mas adecuados: unos zuecos de piel con suela de madera (por esto de la integración) que se me estaban llenando de piedrecitas mientra caminaba, como en una mano llevaba el paraguas y en otra la cartera con todo papeles no era cuestión de pararme a vaciar el zapato que además se me estaba empezando a encharcar. Casi siempre llevo pantalones... hoy no, por supuesto, hoy llevaba una falda que me llegaba hasta los tobillos y que con el agua se me estaba pegando a las piernas impidiendome dar un paso de manera normal, enganchándose entre los tobillos y haciédome ir de tropezón en tropezón, lo que no me facilitaba mucho andar con los zuecos que ya de por sí son todo un incordio (me los compré hace poco y aún estoy aprendiendo a caminar con ellos, como los niños). Si habeis visto la película de Forrest Gump os lo podeis imaginar, ¿os acordais el momento en que iba corriendo a casa con el aparato ese en las piernas mientras unos niños lo perseguian y su amiguita le gritaba "corre Forrest, corre!"? bueno, ahora ponedle una falda larga y verde, un paraguas rojo en una mano, una cartera verde y empapada en la otra y en vez de aparatos en las piernas dos zuecos azules... esa era yo: Susana Mary Popins Gump.


Una se da cuenta de que las cañerías no funcionan como deben cuando además de ir sorteando charcos a trompicones tiene que sortear tambien cataratas de agua. Lo peor de todo es cuando te das cuenta de que eres la única que va por la calle y que la gente está detras de las ventanas mirándote con cara de decir "corre Susana, corre!...".

Finalmente llegas a casa, mojada de pies a cabeza como si no hubieses llevado un paraguas, pero ahí no acaba la cosa, no hay nada peor que unas escaleras holandesas. Los holandeses, marineros ancestrales, han empleado desde siempre el mismo sistema de escaleras en las casas y los barcos. Peldaños empinados, se multiplican ante tus ojos y si ya es dificil subirla normalmente (tengo una amiga que lo hace con los ojos cerrados porque le dan vértigo, con los consiguientes porrazos) con una falda pegoteada, un paraguas cartera y dos zuecos en las manos aún más.

Estas son las escaleras de mi casa... y aún tengo que subir dos plantas más... (no os lo digo para desanimaros de una posible visita).

Así que aquí me teneis, detras del ordenador, empapada y estornudando mientras veo como el sol sale entre las nubes justo en el momento de cruzar el humbral de mi puerta (!·%&!"#&@+= juramentos en chino) desahogándome con el ordenador mientras el gauchito me prepara un tecito...

Y es que es tan bonito cuando llega el otoño...

2 comentarios:

Alejandra Mondaca / Séptimo Sentido dijo...

Hola Susana! Gracias por pasar por mi página. Aquí todavía es verano y las altas temperaturas así lo demuestran.

Saludos desde el norte de México
http://septimosentido.blogspot.com

Susana Aparicio dijo...

hola Elizabeth! la verdad es que me encanta leer las entrevistas que vas poniendo en tu blog.

Un saludo y gracias por pasar por aqui.